En el ámbito público, pareciera que las mujeres hubieran despertado de un extenso retargo, cual bellas durmientes, con el advenimiento del siglo XIX. Antes no sé sabe bien qué hacían, salvo criar hijos, ser santas o reinas.
El fenómeno que caracteriza a la demora de la mujer para ocupar espacios de reconocimiento se conoce como invisibilización. Este concepto designa a los mecanismos culturales tendientes a omitir la importancia de un grupo social. Si no se lo reconoce, no existe.
Nuestra memoria colectiva no registra a las mujeres que se han destacado en la Antigüedad. Nombres como Aspasia de Mileto, Hipatia de Alejandría, Téano de Crotona o Safo de Lesbos no nos son familiares.
Tampoco tuvieron suerte mujeres del Renacimiento como la poetisa Vittoria Colonna o la pintora barroca Artemisia Gentileschi, admirada por sus pares varones contemporáneos.
Pocos saben que, a la par de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en plena Revolución Francesa, Olympia de Gouges se atrevió a redactar la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, que comenzaba con las siguientes palabras: "Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta."
Que Georges Sand y George Eliot hayan apelado a seudónimos masculinos no fue un capricho. Querían que sus escritos fueran considerados sin el tamiz del sexismo, en un mundo masculino. Sin embargo, hay que admitir que la literatura ha sido el territorio menos hostil para que la mujer desarrollara su capacidad creadora.
Dicen las malas lenguas que Camille Claudel, la amante de Auguste Rodin, fue la autora de muchas de sus esculturas y el verdadero genio detrás del artista francés.
Con la inclusión de la mujer en la Universidad, empezaron a aparecer las científicas, como Maria Sklodowska, más conocida como Madame Curie, galardonada con dos premios Nobel. A Rosalind Franklin le birlaron este honor, ya que Watson y Crick se llevaron todo el mérito por el descubrimiento de la estructura del ADN, que hicieron en base al trabajo de esta biofísica inglesa.
La invisibilización de la mujer en el campo de la filosofía es notable. Se dice que no hay mujeres filósofas, cuando, en realidad, debería decirse que no se conocen mujeres filósofas. Basta citar a Diotima de Mantinea, Hiparquia de Tracia, Hildegarda de Bingen, Cristina de Lorena, Teresa de Jesús, Madame de Sevigné, Mary Wollstonecraft, Eleanor Marx, Rosa Luxemburgo, María Montessori, Edith Stein, Simone de Beauvoir, Simone Weil, Hannah Arendt, Chantal Desol.
En la actualidad, no está bien visto ejercer la discriminación de género. Los machistas están catalogados como neandertales despreciables, a pesar de que la primera diferenciación en la formación de hombres y mujeres parte de la crianza del hogar, generalmente ejercida por las madres.
No es de extrañar, entonces, que se hagan extensos panegíricos y homenajes cada 8 de marzo, en una suerte de discriminación positiva o acción afirmativa. No hay “Día del varón”, no es necesario recordarlo porque su impronta cultural está dondequiera que miremos. Tampoco hay una literatura “de hombres”, como se supone que hay una literatura “de mujeres”.
Esta discriminación inversa, pero discriminación al fin, tiene sus críticos, como el jurista estadounidense Kenji Yoshino, autor del libro “Covering” (Enmascaramiento), una de las voces más claras y jóvenes en el campo de los derechos civiles.
Dice Yoshino que las formas actuales de discriminación, mucho más sutiles que las tradicionales, están dirigidas a propender por una homogenización dentro y entre grupos y a atacar, en consecuencia, a los miembros de los mismos que se niegan a asimilar los estándares dominantes. Ya no es cuestión de género, raza o religión, sino que se persigue a quien, aún dentro de su minoría, expresa características distintas, por ejemplo, de elección sexual.
En una sociedad ideal no tendría lugar una celebración de género ni de ningún grupo en particular. No haría falta recordar en el calendario que unas y otros somos imprescindibles para la evolución de la especie, con igualdad de oportunidades para todos y con un justo reconocimiento para quienes se lo merezcan.
martes, 10 de marzo de 2009
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